¡Paradito desde pelao!

  

IBAGUÉ. Ante Ecuador, no hubo la menor duda de que Freddy Guarín fue la figura de la Selección Colombia, pues marcó un golazo de tiro libre (el primero con la mayores) y luego le puso un pase espectacular a su ‘parcero’ del Porto, Radamel Falcao García, para anotar el segundo y definitivo del compromiso.

Frente a Chile, a pesar de que la ‘Tricolor’ cayó con el mismo marcador con el que superaron un par de días antes a los dirigidos por Reinaldo Rueda, nuevamente el volante de primera línea mostró la ‘garra’ que lo caracteriza, la misma que lo motivó en Ibagué a vender empanadas cuando era niño para poder ayudar en su hogar.

Con tan sólo 11 añitos, Guarín tuvo que soportar la muerte de una de sus hermanitas (Luisa Fernanda – 9 años) tras ser atropellada por un automóvil. Incluso, fue testigo presencial del hecho en su natal Puerto Boyacá. Por tal motivo, su padre decidió encomendárselo a una tía en la Ciudad Musical, con el objetivo de que despejara su mente.

En la capital tolimense, el cuñado de su mamá lo convenció de que se uniera al ya desaparecido Cooperamos, toda vez que conocía de sus condiciones con el balón, pues se había destacado en varias competencias nacionales defendiendo los colores de Boyacá, tanto en ‘micro’ como en fútbol.

Fue entonces cuando Guarín empezó a comercializar empanadas hechas por su tía en el Parque Deportivo, antes y después de cada entrenamiento, para poder pagarse sus pasajes, la bolsa de agua para la hidratación y, además, colaborar con los gastos de la casa.

Dicho coraje en las calles, similar al que impone en el terreno de juego, hizo que varios equipos colombianos pusieran sus ojos sobre él. Primero fue un combinado de Tuluá. Luego llegó al Atlético Huila, escuadra con la que se convirtió en profesional, después se marchó al Envigado, de allí emigró al Boca Juniors argentino y posteriormente lo adquirió el Saint-Étienne francés, antes de firmar con su actual escuadra, el Porto de Portugal, donde es figurón.

Hoy por hoy es el jugador más representativo de la Selección Colombia. Pero no por sus bellos e impresionantes goles de media distancia. Tampoco por su envidiable estado físico, que debe ser característico de todo futbolista.

Es porque cada vez que viste la casaca amarilla, azul y roja, esta se funde con su cuerpo, convirtiéndola en parte de él. Así como cuando anota en Europa y sale corriendo no a buscar los brazos de alguno de sus compañeros, sino un ‘sombrero vueltiao’, ese que le recuerda la tierrita donde tanto sudó y se esforzó para poder cumplir su sueño de ser un triunfador.

RONAL RENGIFO ÁLVAREZ

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