¡Disfunción eréctil en jóvenes!

Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga 

Hay un fenómeno creciente de jóvenes que consultan por dificultades en su erección, obsesionados por técnicas y recetas para cumplir, pues sienten que sin su pene se les va la vida (erótica). Ovidio, el poeta romano, en ‘Ars Amatoria III’, escribió un sentido poema sobre la frustración de un joven amante al padecer de “impotencia”, quien le habla a su pene y le dice “moribundo más lánguido que una rosa de ayer”; “la peor parte de mí”. A continuación un trocito:

«Pero que bella, que bien formada ella. ¡Cuántas veces la buscó mi deseo!, pero no pude, lánguido poseerla; solo yací en el perezoso lecho (…) Ni pude, deseoso yo y ella también, gozar de esa parte agradable de mi ingle cansada, (…) ni hombre ni joven me experimentó ella» .

 ¡Que el pene sedescorazone es un síntoma! 

Entran el caos y el terror por el órgano que falla; la decepción con el amigo que no alcahueteó la faena. La regañina: “¿por qué no te paras?”; el zarandeo motivacional; el pensamiento telepático: “párate, párate, párate”; y la crítica: “eres un desastre”.

En lugar de enfocarse en el síntoma, pues que el pene se descorazone, es un síntoma, se debe revisar qué hay, o que se mueve en el interior y en el contexto de cada hombre, y su rebeldía peneana; ¿qué hay con la visión que tienen de sexualidad?, ¿qué pasa con los hábitos?, ¿por qué el exceso de hipervigilar el acto?, ¿cómo establecen las relaciones de pareja?, ¿hay comunicación?, ¿qué clase de dinámicas y de pensamientos alimentan los encuentros?, etcétera. Si bien hay causas físicas subyacentes que contribuyen a la situación, se debe atender lo cultural, psicológico y emocional. 

 ¡Rindo luego existo! 

La sociedad tirana basada en resultados, hacen que el modelo de masculinidad se siga sosteniendo sobre el falo. El hombre que carga con esta enorme presión de funcionar a la perfección, nunca ha experimentado sentirse cómodo y obtener placer sexual desde una masculinidad más madura y actualizada, que no provenga de las zonas erógenas comunes.

Sin otro panorama, o referencias eróticas, la brújula de la sexualidad en estos jóvenes los orientará a las mismas conductas falocéntricas. Suele ocurrir que ante el lema “rindo luego existo”, muchos entran en círculos de retroalimentación distorsionada aumentando las exigencias y restando el goce, tema que se convierte en muchos casos en disfunción eréctil.

¡Un asunto de miedo (a fallar)! 

Un joven cuyo estímulo para una relación íntima es demostrar virilidad careciendo, por ejemplo, de educación sexual, tendrá miedo (anticipación al fracaso) si su erección no es tan rígida o la pierde.

A veces los jóvenes se ponen ansiosos tras una, o un par de veces de no poder mantener la erección, esto genera gran preocupación de que vuelva a suceder enfocándose demasiado en este aspecto, así paradójicamente el tema se repite. En principio lo que es una dificultad eréctil por ansiedad y miedo puede convertirse en una disfunción.

Las erecciones son un fenómeno de relajación, no un objetivo para llegar “a”. Son el resultado de una excitación tranquila, con estímulos efectivos, incluso desgenitalizados. La erección no es un requisito obligatorio que un hombre tiene que presentar para que ocurra un encuentro sexual. 

¡Menos miedo más sentido!

El sexo placentero solicita una visión humanista y compasiva, o de comprensión en todas sus circunstancias eróticas, también requiere un grupo de habilidades sociales y emocionales, e incluso cognitivas para poder reconocer la propia vulnerabilidad y sentirse desahogado, para repensar esa coyuntura eréctil que angustia, pero que da la oportunidad de crecer y solucionar. 

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