El encuentro sexual, ¿un lugar de trabajo más?

Por: Norma BejaranoPsicóloga-Sexóloga

Podría parecer que lo habitual de las prácticas sexuales entre sujetos es que se dan bajo su propio arte, es decir, que los amantes realizan prácticas por su propia agencia, su soberanía y expresión personal. Pero lo cierto es que no. El encuentro sexual se convierte en un lugar de trabajo más. Se sustituye lo propio por lo utilitario, por los discursos normativos. Muchos encuentros entre parejas se llevan a cabo sin Eros, sin deseo, o al menos,  sin los deseos propios, y sí, sobre la idea del trabajo y del rendimiento, o sea de los deberes.  Y, cuando un encuentro se da sin Eros, este se atrofia para convertirse en pura función, misión, deber. Un reconfortante encuentro sexual, consideramos, puede darse en el estar, en la presencia, en el foco, en la atención y en las búsquedas propias frente a la hiperestimulación por rendir, por producir, o por la inmediatez. Eros es contemplativo, es alusivo, no afecta directamente; demora, relentiza y distrae, en este sentido, nos saca de la vida corriente, de la vida del trabajo.

«Abordar el sexo desde una perspectiva de trabajo»

Decían Master y Johnson (traducción de Lejárraga y Díez) que «las víctimas de una ética del trabajo (…), se acercan al sexo básicamente de la misma manera en que trabajan. (…)».

Quienes se acercan al sexo de la misma forma en la que trabajan se van a sentir incómodos porque sentirán que están perdiendo el tiempo. Así llegarán al encuentro con una tarea, un deber, una misión que se ha de llevar a cabo en poco tiempo, trabajando, sin que haya lugar al juego y a la demora: «siempre haciendo en vez de ser». Desde ese planteamiento del trabajar, un encuentro sexual es casi imposible. Eros necesita entrega y focalización para «producir» cosas bellas. Contrario a la apatía y a la prisa, enemigas del sensar (las sensaciones). Bajo la idea del deber, el cumplir, o la obligación se hace imposible una acción común, un nosotros.

Para quienes abordan el sexo desde esa perspectiva del trabajar, el sexo será una cuestión de rendimiento. Con una meta a la vista. El sexo orientado siempre, o únicamente a un objetivo o meta se realizará concretamente, en determinado momento y en un acto, y dadas sus exigencias, e incluso sus resultados, el interés por estar en ese encuentro se pierde pronto. «Cómo trabajadores en una cadena de montaje, realizan movimientos rutinarios que producen resultados predecibles. Están siguiendo instrucciones, no expresando [sus] sentimientos», sus deseos.

¡El deber es una cosa. El deseo es otra!

(Ars amatoria)

Dos sujetos que practican su amatoria, su erótica, su manera de encuentro no van a trabajar. No ven lo utilitario de este basados en legislaciones externas que les dicen lo que deben o no deben hacer, lo que está bien o está mal. Sino que realizan prácticas deseadas que tienen valor en sí mismas. Un valor cultivable y mejorable en un amplio sentido cualitativo; el cultivo de cualidades.

Volviendo a Master y Johnson «la interacción sexual cuando están juntos no tiene ni un principio ni un fin determinado»… Los amantes no trabajan, los amantes juegan, y juegan seriamente a descubrirse, explorarse, a aprender a confiar, ser vulnerables entre sí y permitir que sus deseos sean a su manera… Con sus formas de comunicación, sus roces, sus sentidos.

Ya lo dijo André Breton «El único arte digno del hombre [sujeto] y del espacio, el único capaz de conducirlo más allá de las estrellas […] es el erotismo».

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