¡Libros de autoayuda para ser buenos amantes!

Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga. 

Sabernos compartir sexualmente es un asunto de arte y sofistificación de nuestra humanidad. Creer que esto se puede lograr leyendo “cómo ser felices con el sexo”, “trucos para que nunca le digan NO en la primera cita”, o “ cómo hacer para que ella quiera más sexo”, es muestra de que todavía nos faltan horas de vuelo, dos dedos de frente y comprensión de las dinámicas de nuestro erotismo. 

¡El éxito sexual! 

Los libros de autoayuda pueden servir como guías, pero no permiten una lectura más profunda, menos pasiva o con conciencia crítica. La autoayuda del sexo rellena problemas inmediatos, brinda tips, rutinas y recetas felicifoides que le impiden a las personas el tiempo para pensar en lo sustancial de la sexualidad. 

Anestesia las reales situaciones del ejercicio de la misma nublando la posibilidad de adaptarse a los eventos que se presenten. Narcotiza la puesta en cuestión del sexo, o la verdadera intención del encuentro. Poco orientan a que las personas con problemas en su despliegue sexual o fallas en su funcionalidad lo expresen, pues hasta les ahorran la visita al especialista. 

Los libros de autoayuda para ser mejores amantes ofrecen fórmulas que garantizan el éxito sexual para nunca fracasar en la cama. Pero ya lo expresó Schopenhauer: quien todo lo ve alegre, posible y de colores no va a tomar los cuidados necesarios cuando se equivoque, como lo hacen quienes ven las cosas más grises. 

¡La técnica no hace al maestro (la experiencia, tampoco)! 

El escritor Miguel Delibes decía que entre más progresaba la técnica, más propendía el papanatismo (lo tontaino, lo simple, lo igual). La industria del sexo que es tan lucrativa, poderosa e influyente con todo tipo de productos incluyendo los manuales de autoayuda, patrocina esa mentecatería donde con técnicas para ser mejores amantes, envueltas en ligeras fábulas sumergen al “lector” en instrucciones, vaguedades y procedimientos simples y generalizados. 

La técnica no hace al maestro porque entorpece el despliegue sexual que debería ser libre; coarta la mente dejándola anclada en el consejo y la táctica; cosifica, tontifica y protocoliza a los sujetos sexuados al hacerlos iguales, anulando sus singularidades. 

La técnica una vez desarrollada deja de ser atractiva, pero se vuelve imprescindible y monótona. La experiencia tampoco es garantía de maestría, una persona llena de métodos y millas acumuladas, pero sin virtudes ni cultura tenderá a ‘manualizar’ sus relaciones eróticas. 

¡La cultura contra los amantes de lo igual! 

Según, Chul Han, “se ansían vivencias y estímulos con lo que, sin embargo, uno se queda siempre igual a sí mismo”; apilamos prácticas de manual sin el gusto de experimentar un encuentro con lo distinto; cuando lo sexual, la sexualidad, el sexo se deben a la autonomía, a la biografía, a los procesos cambiantes y dinámicos, a la historia y a los propios aprendizajes. 

Esa ‘autenticidad’ es lo que nos puede llevar a realizarnos como buenos amantes. Ni las meras experiencias ni aparentar el “amplio espectro” erótico, o alardear con un sistema serial, es lo que nos hace cultos amadores. Tener cultura (que no es cosa fácil), más que dominar algún arte amatorio, nos lleva a cultivarlo, rechazando lo igual, el mal gusto, la falacia, el irrespeto. Con cultura no asumimos el sexo como eslogan, sino como esencia para alcanzar la condición de humanidad tratándonos bien y aceptándonos desde lo impredecible y lo variable; aportando y participando  desde la improvisación. Con cultura sabremos amar y ser amados.

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