¿¡Más erotismo, menos porno!?

Fotos: Internet / Q’Hubo Ibagué.

Norma Bejarano – Psicóloga – Sexóloga

Recuerdo hace unos años, mientras dictaba una conferencia sobre erotismo, alguien me preguntó, si erotismo y porno podían ser lo mismo. Pues como ponente, entre otras cosas, hacía énfasis en la importancia de superar los genitales y trascender el cuerpo, recurriendo al estímulo de la imaginación como patrocinadora del goce, tendiéndola con creatividad, artilugios y monerías varias; asuntos que le parecieron complicadísimos a quien formuló la cuestión. Luego de la disertación, concluyó: “me quedaré con el porno, pues no exige tanta cosa”. 

“¡Porno es el acto, el erotismo es el indicio del acto!”

Porno y erotismo no son sinónimos,  la diferencia radica sobre todo, en la información que se maneja en uno u otro caso. Sin pretender hacer juicios morales de bueno o malo, en la educación sexual se hace necesario acudir a un concepto algo más “sofisticado”, para (des)ilustrar ciertos aspectos en la materia. Aunque nuestro examen de aprobación amatoria se basa muchas veces en lecciones de porno: conductas abiertas, excitación a toda prisa, refriegas, embestidas, y fluidos, poco tiene que ver con erotismo.  Porno revela el acto sexual sin ingeniosidad. Es ‘permisividad’: una presentación sin secretos, es explícito, y muy genital. Hay que saber que la acción pornográfica es una pequeña muestra de lo que puede ser de “vez en mes” una interacción sexual, pero no necesariamente todas. La forma del porno de presentar el sexo puro y duro no es el sexo en sí, y además es finito. El erotismo es variación, es invención, es infinito (luego escribiré puntualmente sobre este tema). Es una representación, dijo Vargas Llosa,  con algo de ritual y privacidad, lo que es absolutamente fundamental. El erotismo es la cuota inicial, la promesa, o el anticipo de un acto (sexual). Insinúa, oculta, provoca, agita, no va con las pulsiones ni al fondo sino a las formas, las sensaciones, lo recreado, lo humanizado o transfigurado por la imaginación. 

¿Porno o erotismo? ¡Cada quien decide! 

No es que llevar a la cama algo de porno nos baje las acciones como amantes, de hecho un porno bien educado, o desde una buena educación sexual, puede tener situaciones estimulantes a favor. Lo pervertido no es el porno sino la mente del que lo ve, o la psicología de quien lo consume, pero no necesariamente hace mal, otra cosa es que guste, o disguste según la práctica. 

El erotismo es el modo transgresor que se percibe como más placentero, porque rompe la fórmula del beso fugaz, el coito, y el orgasmo. El erotismo, invita a crear vínculos y afectos con la cualidad de ser humanos y sexuados, con más misterio y “sacralidad” (que no religiosidad), y a desplegar de manera integral el encuentro erótico.  El erotismo da tiempo para que nuestro derecho a gozar y a sentir placer se extienda. Una vez entrados en gastos, el eros puede convertirse indudablemente en algo porno, o no! 

Entonces ¿más erotismo, menos porno?

No podemos ser inquisidores pero si educadores. Ambos: porno y erotismo remiten la mirada a lo obsceno o fuera de escena. En palabras de Valérie Tasso, “lo que para uno puede ser pornográfico, para otros puede ser erótico y viceversa, lo que para uno puede ser ofensivo, para otros puede ser un jardín de primavera”. No es que el erotismo sea complicadísimo, es un arte que involucra lo creativo, la sensualidad, la seducción. El porno muestra, hace, es puntual. Aún así, el ejercicio de los dos eventos exige, liberarse, saber decir “no”, respetar, consensuar; esto es aplicar la ética: no hacer daño al otro ni a uno mismo.

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