Dolor tolimense

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IBAGUÉ “Mami, tengo mucho miedo, nos están hostigando. Déme la bendición porque ya nos llevan para Florencia. Si me llego a morir, le encargo a mis hermanas y a mis sobrinos”, fueron las últimas palabras que recuerda Lucy Arango, madre del patrullero de la Policía, Carlos Hernán Montiel Arango, de 20 años de edad, cuando hablaron el miércoles, minutos antes de que fuera atacado por las Farc el convoy en que se dirigía de Doncello a Florencia, Caquetá.

El ibaguereño había estudiado en el Instituto José Celestino Mutis y salió el pasado 14 de julio de la Escuela Gabriel González del Espinal, a trabajar como patrullero y fue asignado a la capital del Caquetá desde el 28 de julio. El joven fue asesinado con 13 compañeros más, cuatro de ellos oriundos del Tolima:

“Esto ha sido muy duro. Era excelente hijo y hermano. Hace un mes me dijo que estaba aburrido porque no habían hecho curso de Emcar, y era un ‘chino’ sin experiencia por allá en el monte”, puntualizó la mamá.

John Henry Cabal, cuñado del joven patrullero, dijo que la meta del muchacho era cumplir la voluntad de su difunto padre, Hernán Montiel, pensionado de la Institución: “Nos había dicho hace unos días que le iban a dar permiso, que hoy (ayer) llegaba, pero que no le contáramos nada a la mamá, porque iba a ser una sorpresa”, afirmó acongojado por la pérdida para la familia del único varón de cuatro hermanos.

 

A la espera de exámenes

 

Luis Octavio Orozco, agricultor de Palocabildo de 50 años de edad, esperaba ayer en Ibagué junto a las familias de los demás uniformados en las instalaciones de Medicina Legal para la toma de unas muestras de ADN que les permitirá identificarlos: “Nos trajeron para reconocerlos, porque después de que los volaron, los quemaron”, dijo.

Su hijo, Nelson Octavio Orozco Velandia, de 25 años de edad, había estado por última vez en casa el 14 de julio: “El domingo hablé con él. Es muy duro. Sentimos un dolor por todos ellos”, comentó. Sobre los autores del hecho que enluta hoy al país entero, puntualizó: “Que los castigue Dios Nuestro Señor, porque uno no puede hacer nada contra ellos”, concluyó el señor Orozco.

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