“¡Cuando los genitales no dejan ver el sexo!”

REDACCIÓN Q’HUBO/qhuboibague@gmail.com

Norma Bejarano.
Psicóloga-Sexóloga.
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@normasexologia020

Dice aquel adagio: si te empeñas en el árbol te perderás de ver el bosque. Si nos aferramos al detalle muy difícilmente se podrá apreciar el conjunto. En Sexología se conoce como la teoría del “locus genitalis” a aquella que toma el sexo por un órgano o un sitio. Una manera ideológica con la que se piensa y se ha pensado el sexo; es decir, que dicha teoría ha reducido todas las manifestaciones del hecho sexual humano a lo genital o, a lo que se hace con los genitales, especialmente con un objetivo: generar vida, o reproducir nuevos humanos: “make the sex”. Dice Bruno Martínez: “quienes somos se ha reducido al genital; con quien podemos relacionarnos, se da a una supuesta compatibilidad genital; y para qué hacemos lo que hacemos, se minimiza a la función real de los genitales (reproducir)”.

¿Entonces nos desgenitalizamos?

La cultura del sexo no es la misma que la cultura de los genitalia.

En los últimos tiempos se ha impuesto desgenitalizar los encuentros de los sexos como lo más chic, avanzado  y, estandarizado, pues, para ciertas prácticas es más provechoso prescindir de los genitales. Aún así, Bruno Martínez propone que quizá lo que hay que desgenitalizar no son propiamente los encuentros de cama sino otras ideas: en principio desgenitalizar resulta adecuado para aquellos sujetos que no están cómodos de utilizar siempre lo genital, y como se supone que deben hacerlo. Pero también desgenitalizar las identidades, ya que no somos quienes somos por nuestros órganos; no nos relacionamos por compatibilidad fisiológica. Desgenitalizarnos en el sentido de asumir que no todos pasan por el hecho reproductivo. Desgenitalizarnos para asumir que somos quienes somos no por nuestros genitales, aunque podamos seguir teniendo encuentros con genitales pero que estos no son primacía. La propuesta de Desgenitalizarnos va en pensarnos no en base a nuestros genitalia sino desde la idea de ser hombre y ser mujer y porque nos vivenciamos como tal. Esto es, “pensarnos cómo sujetos sexuados con genitales pero no como sujetos que son por sus genitales”.

¡No deseo al otro por sus genitales!

Deleuze, Proust, entre otros, han dejado escrito que cuando uno desea no desea en sí algo, o algo de ese alguien, sino que desea (siempre) su conjunto, o mejor, en un conjunto. Es decir (aunque esto sea un misterio), les aseguro que no deseamos, en este caso, por lo genital;  deseamos todo un paisaje, un paisaje en el que está envuelto el sujeto al que no podemos absorber, pero que nos produce curiosidad, y es lo que nos lleva a desearle.  A uno le parece apetecer al otro por sus genitales turgentes. Sin embargo, no deseo al otro por esto. Yo no deseo porque tengo genitales, yo deseo porque anhelo al otro y construyo a su alrededor un relato; deseo al otro que me gusta por ser quien es y no por lo que tiene. No deseamos a alguien por sus genitales ni pese a sus genitales, sino con sus ojos, su pelo, su falda, su aroma, su vulnerabilidad, su biografía, etc.

Una cita para la reflexión:

«Tenemos un exceso de genitales. (…) por tal que todo ha sido muy genitalizado, que los genitales han tenido una presencia excesiva hasta el punto de ver a los sexos sólo a través de sus genitales. Y la preocupación por estos órganos (sus tamaños, sus funciones, etc.)  han sido y son un foco de obsesiones. […] Se intuye que, con un menor protagonismo de los genitales, el sexo adquiriría una presencia mayor». Sexologemas.

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