¡El orgasmo, una pequeña muerte!

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Norma Bejarano Psicóloga-Sexóloga 

La sensación de desorden, caos, descontrol y “muerte” que trae la llegada del orgasmo hace que por pudor, miedo, prejuicio y otros etcéteras muchas mujeres se frenen eróticamente. Al parecer eso de ser cautas, prudentes y reservadas sigue calando cuando de manifestar el clímax se trata. “La petite mort” (la pequeña muerte), llamada así por Georges Bataille, es el acontecimiento durante e inmediatamente después del orgasmo en el que la mujer “muere” por escasos segundos, pero a diferencia de la muerte, el orgasmo exige el regreso.  

Al “dejarse llevar” (condición para que la excitación aumente, los estímulos se potencien y se libere el orgasmo), se entra en un trance erótico en el que conectamos con un “más allá”. El orgasmo es ruptura, un arranque violento, y a la vez creación. Morimos un poco cuando cancelamos la conciencia durante el orgasmo y nos sumergimos en un goce en el que no podemos ni siquiera hablar; de ahí la expresión primitiva, cero propositiva arrojada en el grito, el gemido, el quejido, e incluso en el silencio, pero no en palabras. Por eso, al  “volver a nacer” vivenciamos un momento de gran liberación, tan fascinante, como  inexplicable.  

¡Durante el orgasmo no nos venimos, nos vamos!

“Me voy a venir”, “me corro”, “ya llego”; a ese efecto de venirse, que realmente es el de irse, elevarse, o salir de sí mismas, los griegos lo llamaban “éxtasis” y ese éxtasis o sublimidad con más o menos suerte es experimentado durante el orgasmo. Nos vamos, pero ni idea a dónde; el tránsito inminente, la impresión de desdoblarse, fenecer por un instante es difícil de narrar, entonces para la pregunta ¿cómo se siente un orgasmo? no hay una sola respuesta ni lenguaje suficiente. Irnos, perder la conciencia y la razón durante un orgasmo, es una situación inquietante y muy personal que no admite lugares comunes. 

El orgasmo, una experiencia egoísta. 

Decía Bataille, “Hay una distancia irreductible entre sujeto y sujeto: un abismo insalvable, discontinuidad, soledad extrema. Solo él muere, solo él vive, solo él es él”. Morimos solos, nadie va con nosotros. A ese amante que nos acompaña y se pregunta mil cosas durante nuestro orgasmo, ¡tranquilo!, disfrute el momento y sea ese lugar de reposo donde regresaremos fatigadas. A nuestra pareja no le queda más que contemplar y gozar, sin envidia, ese orgasmo, y ser cómplice de la corta escena egoísta, pues un orgasmo, crea distancia entre uno y otro, nos aleja por segundos de ese otro quien difícilmente podrá comprobar con nosotras la experiencia. 

¡Algunos patrocinadores del viaje! 

Durante un orgasmo genuino, dos patrocinadores del vuelo a redondo son: el cerebro, que segrega grandes cantidades de sustancias como endorfinas, dopamina, serotonina, oxitocina, vasopresina, norepinefrina, entre otras, que juntas y revueltas (la sangre) y la conciencia alteran; y también el cuerpo, con el ritmo cardíaco acelerado, las subida de la presión, el aumento de la temperatura corporal, el rubor en las mejillas, la fotofobia por dilatación de las pupilas, las contracciones musculares, los jadeos debido a la frecuencia respiratoria, todo esto hace que lo de romper la rutina, irse, morir un poco, viajar, desconectar, y perder la razón, cobre sentido. Plenitud, satisfacción, bienestar, placer, paz, relajación, confianza, empatía, tranquilidad, son el resultado de ese coctel. Así las cosas, esa pequeña muerte tiene un antes y un después. Luego de esa manifestación del placer las cosas ya no son las mismas una vez regresamos. Y es que como escribió el poeta Percy Shelley:  “Ninguna vida se iguala a esa muerte”. 

El orgasmo es ruptura, un arranque violento, y a la vez creación. Morimos un poco cuando cancelamos la conciencia durante el orgasmo y nos sumergimos en un goce en el que no podemos ni siquiera hablar .

Norma Bejarano. 

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