No tema hablarlo

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FOTOS: INTERNET/Q’HUBO

¿Se deben compartir las fantasías sexuales con la pareja?

Norma Bejarano.

Psicóloga-Sexóloga

Hablar de temas sexuales con la pareja es un asunto complejo, pues implica exponer situaciones que nos inquietan y pueden abrumar a la otra parte. Un ejemplo es la charla donde se solicita contar las apreciaciones y particularidades de la vida sexual, dentro de esas, las fantasías, ahí tan escondidas, tan íntimas, a veces retorcidas, es uno de los traumas que más se teme verbalizar.

Conversar sobre este tema con la dupla es comenzar una historia con un desenlace inesperado, ya que usualmente las parejas hablan de sexo en “horario familiar” de situaciones que no acarrean mayor complicación. Raquel, ante las reiteradas invitaciones de su esposo para hacerse confesiones eróticas, se aventó una noche en horario prime con su descripción fantasiosa; sin embargo, al cabo de 10 minutos, este le hace un pare con pavor, para decirle: “suficiente, no puedo creer que tengas una mente tan oscura, y ahora por tu culpa tendré pesadillas”.

¡La fantasía es un acto de libertad del pensamiento!

Las investigaciones han encontrado que las parejas que hablan sobre sus fantasías eróticas están más satisfechas sexualmente. Lejos de la noción de perversión o de los juicios de valor, imaginar y poder hablarlo es destapar una gaseosa agitada donde se liberan con gran fuerza nuestros apetitos más íntimos y donde descubrimos lo maravilloso que puede ser sazonar el deseo mutuo con este ingrediente. 

Las fantasías sexuales no se llevan a la realidad, ellas son lo que son, meras fantasías, por ende no hay razón para sentir vergüenza o culpa por fabricarlas ni temer a las sombras de uno. Además tienen un uso dentro de la erótica de la pareja y es permitir alcanzar un mayor grado de excitación y/u orgasmo, ya sea con frondosos relatos, o destellos de imágenes sexuales.

La fantasía es un acto de libertad del pensamiento, no hay mejor “afrodisíaco” que el albedrío de contar eso que levanta la temperatura del cuerpo y de la habitación.

Entonces, ¿debemos compartir las fantasías sexuales?

Depende, si considera que sus fantasías son poderosas para su despliegue personal satisfactorio y que si las cuenta se le puede aguar la fiesta, guárdelas como acto de amor propio, hay fantasías que al compartirlas pierden fuerza.

Al contarlas puede que haya porras para nuestras narraciones, o nos las bajen de la nube con las reacciones. Entonces, si existe una relación de pareja con un par de personas estructuradas mental y emocionalmente para distinguir la ficción de la realidad, con tolerancia a la frustración, buena comunicación, el hábito de tener diálogos abiertos y consentidos, etcétera, es posible comunicarlas. Si no se cumple esto deje a Bradley Cooper, o, a Paige Spiranac actuando o jugando en su propia cabeza.

Lejos de la noción de perversión o de los juicios de valor, imaginar y poder hablarlo es destapar una gaseosa agitada donde se liberan con gran fuerza nuestros apetitos más íntimos y donde descubrimos lo maravilloso que puede ser sazonar el deseo mutuo con este ingrediente”.

¡Cualquier fantasía en la cabeza es válida y no indica un problema!

La capacidad del imaginario humano es de una impresionante fecundidad, cada persona crea figuras, crónicas, y narraciones deliberadas. Así puedan ser moral y socialmente cuestionadas, son precisamente la vía de escape para hacer cosas que en la realidad no llevaríamos a cabo porque no es posible consensuarlas, infringen el código penal, o porque la condición física no lo permite; es que en la mente vamos a galope sin sentir cansancio, molestias ni complejos.

Es decir, las fantasías son la forma de canalizar nuestros antojos eróticos sin arriesgar nuestro entorno, es experimentar sin consecuencias. Cualquier fantasía en la cabeza es válida y no significa que la persona tenga un problema mental o esté en quiebra erótica, por el contrario, es señal de salud y un gran potencial para despertar o abonar el deseo.

Las fantasías son la forma de cana-lizar nuestros antojos eróticos sin arriesgar nues-tro entorno, es experimentar sin consecuencias”.

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